e-ISNN: 2706-6053
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SOCIALIUM revista científica de Ciencias Sociales, Vol. 7 - No. 1, enero - junio 2023, pág. E1722.
DOI: https://doi.org/10.26490/uncp.sl.2023.7.1.1722
Voyerismo académico como síntoma del sistema
contemporáneo de las ciencias sociales
Academic voyeurism as a symptom of the contemporary system of social sciences
Ernesto Navarro Hinojoza1
Cómo citar
Navarro Hinojosa, E. (2023). Voyerismo académico como síntoma del sistema contemporáneo de las ciencias sociales.
Socialium,7(1), e1688. https://doi.org/10.26490/uncp.sl.2023.7.1.1722
RESUMEN
Como nunca antes los individuos podemos mirar y ser mirados, donde el voyerismo se erige
como parte fundamental de las modernas relaciones socio digitales que terminan teniendo
una influencia sustancial más allá del mundo digital y trascienden a la esfera de lo real. ¿Qué
tanto este comportamiento voyerista se está acentuando en la academia? ¿Qué tan
voyeristas somos cuando decidimos estudiar, diagnosticar y analizar los entornos rurales y
sus problemáticas y no pasar de ese punto? Para atender dichas interrogantes, el método
llevado a cabo en este trabajo fue el de un análisis reflexivo, en forma de ensayo científico,
de algunas evidencias empíricas sobre el comportamiento de los académicos,
contrastándolas con ideas de la literatura especializada. Aunque no se pretende dar
respuesta tajante a ninguna de estas cuestiones, el objetivo de este trabajo es hacer una
autocrítica, resaltando las contradicciones que estamos experimentando en nuestro
ejercicio como estudiosos de lo rural. En primera instancia se hace una reflexión sobre la
cultura voyerista en la que solemos caer al buscar ser vistos y reconocidos por nuestros
pares, y se continua con el análisis de nuestro comportamiento voyerista en el que caemos
al intentar hablar por y en nombre de los sujetos de estudio que volvemos objetos al
cosificarlos en nuestros análisis. Concluyendo que si bien es cierto esta crítica no es nueva y
las generalizaciones son limitantes, el solo hecho de que exista el fenómeno nos debería
motivar a pausar el camino y ponernos a cuestionar el rumbo del mismo.
Palabras clave: pensamiento crítico; diálogo de saberes; investigación social.
ABSTRACT
As never before, individuals can look and be looked at, where voyeurism stands as a
fundamental part of modern socio-digital relationships that end up having a substantial
influence beyond the digital world and transcend the sphere of reality. How much is this
voyeuristic behavior becoming accentuated in the academy? How voyeuristic are we when
we decide to study, diagnose, and analyze rural environments and their problems and not
go beyond that point? To address these questions, the method carried out in this work was
that of a reflective analysis, in the form of a scientific essay, of some empirical evidence on
the behavior of academics, contrasting it with ideas from the specialized literature. Although
it is not intended to give a definitive answer to any of these questions, the objective of this
work is to make a self-criticism, highlighting the contradictions that we are experiencing in
our practice as rural scholars. In the first instance, a reflection is made on the voyeuristic
culture in which we usually fall when seeking to be seen and recognized by our peers and
continues with the analysis of our voyeuristic behavior in which we fall when trying to speak
for and on behalf of the subjects. of study that we become objects by reifying them in our
analyses. Concluding that although this criticism is not new and generalizations are limiting,
the mere fact that the phenomenon exists should motivate us to pause on the road and start
questioning its direction.
Keywords: critical thinking, dialogue of knowledge, social research.
1 Doctor en ciencias agrarias,
Departamento de sociología.
Universidad Autónoma
Agraria Antonio Narro.
Saltillo Coahuila, México.
ernesto.navarro@uaaan.edu.mx
Arbitrado por pares ciegos
Recibido: 18/12/2022
Aceptado: 31/12/2022
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“exigimos respeto para nuestros saberes, rechazamos el afán académico de estudiarnos
como si fuéramos bichos de laboratorio, rechazamos los programas, gubernamentales o
empresariales y académicos, concebidos desde escritorios burocráticos, por burócratas o por
“especialistas” que nunca o casi nunca han pisado más allá de la banqueta o de su cubículo.”
Juan Gamboa Maldonado, Campesino del Ejido Jalpa, Municipio de General Cepeda Coahuila, México
Introducción
Como nunca, pero aparentemente menos de lo que se avecina, los individuos estamos expuestos a una
infinidad de información y podemos mirar y ser mirados, en una “vigilancia digital, [donde] los vigilantes
somos todos, es decir, coexiste reciprocidad en la vigilancia de cada uno de los individuos” y “el voyerismo
se erige como parte fundamental de las modernas relaciones sociodigitales” (Alonso y Ramírez, 2020). Si
nos atenemos a la definición del diccionario de la Real Academia Española (s.f.), voyerista significa
“Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas”. Por lo tanto, el
voyerismo aquí citado se está entendiendo sin su connotación sexual, pero si con este afán de sentir placer
en la sola observación de los otros, sin involucrarse activamente y sin que exista el consentimiento de la
otra persona o al menos que se dé por enterada.
Y aunque en rminos muy pragmáticos, pareciera que a simple vista esto no incurra en muchos
problemas, puede apreciarse que estos cambios, propiciados por los “tecnodioses de la transparencia”
(Alonso y Ramírez, 2020), están llevando a la desarticulación de muchas interacciones del mundo real, y
trastocando los mundos de vida de la cotidianidad, llevando en la mayoría de los casos “a la renuncia, casi
involuntaria, de ciertas libertades y derechos” (Alonso y Ramírez, 2020).
Por la profundidad de las implicaciones, estos temas ameritarían un tratamiento más detallado, que no
se pretende abordar en esta ocasión, sin embargo, esas implicaciones sirven de antesala para plantear la
cuestión que trae consigo este documento, a saber, sobre ¿qué tanto este mismo comportamiento
voyerista se está acentuando en la academia? ¿Qué tan voyeristas somos cuando decidimos “estudiar,
diagnosticar y analizar” los entornos rurales y sus problemáticas y no pasar de ese punto? ¿qué tan
conscientes estamos siendo de ello? Y ¿qué repercusiones trae consigo esta posición?
Método
Dada la complejidad del tema no se pretende, ni por asomo, dar respuestas tajantes a ninguna de las
cuestiones planteadas, solo esbozos de algunas reflexiones que surgen de experiencias personales como
académico. Por lo que para atender a las interrogantes se llevó a cabo un análisis reflexivo, en forma de
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ensayo científico, de algunas evidencias empíricas sobre el comportamiento de los académicos
contrastando con ideas de artículos científicos que abordan el quehacer de los científicos sociales y de
autores que han realizados críticas al modelo de ciencia contemporáneo, además de información fruto de
conversaciones personales con académicos y campesinos.
Se inicia con un recorrido somero de las ideas de algunos pensadores que han hecho crítica hacia el que
hacer académico, partiendo de la hipótesis de que los académicos nos hemos convertido en voyeristas.
Se continúa con una comparación entre los comportamientos académicos y los comportamientos de los
llamados influencers, a partir la información obtenida de conversaciones con académicos, la propia
experiencia del autor, además de la consulta de algunos artículos científicos y de divulgación que abordan
de alguna manera el tema. Posteriormente se realiza una autocrítica sobre la postura de los académicos
hacia los sujetos (objetos) de estudio, nuevamente partiendo de la revisión de artículos científicos que
discuten el problema de la cosificación de los sujetos rurales y experiencias personales y de
conversaciones y debates con colegas académicos y campesinos. Se concluye resaltando las evidencias y
argumentos que respaldan la hipótesis y se hace una propuesta sobre algunas alternativas para superar
las limitaciones planteadas.
Resultados y Discusión
¿No basta con interpretar, de lo que se trata es de transformar?
En primera instancia no se pretende ocultar la obviedad de que las inquietudes planteadas en la
introducción no son novedosas, pues diversos autores han hecho alguna crítica a la postura distante de
los académicos para con sus objetos de estudio, por ejemplo, Enrique Leff, dentro del Seminario de
Actualización de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (Canal instituto de investigaciones sociales,
2022) hace un llamado:
a nuestra academia, [la cual] se ha quedado muy delimitada en un ejercicio de dar informaciones
críticas, en hacer diagnósticos sobre el estado de las cosas, diagnosticar cómo funciona el capital,
como está interviniendo, como se da la defensa de los territorios, demostrar la conflictualidad
que se da, etc. (34m05s)
En su crítica nos confronta para ir a la acción, mencionando que “acá lo que necesitamos es liderar mucho
más la creatividad critica de las sociedades, pensar cómo fortalecer, como darle un giro por ejemplo, a la
racionalidad jurídica ante los bienes comunes (Canal IIS, 2022, 35m20s) y enfatiza que necesitamos
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generar un vínculo entre lo que logramos pensar con las comunidades, un dialogo de saberes entre lo que
pensamos y lo que dicen y practican las comunidades de los pueblos y afirma que “no somos nosotros los
que a través de nuestras razones y manifiestos vamos a detener, [por ejemplo] la transfiguración del
sureste de la república [mexicana]” (Canal IIS , 40m32s).
Pero incluso esta confrontación es más añeja, al menos que el autor tenga conocimiento, ya la planteó
Karl Marx en sus Tesis sobre Feuerbach (1845), en concreto con la Tesis Once, al decir que hasta el
momento “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que
se trata es de transformarlo”, lo que implicaba, en palabras de De Sousa (2018), que dicho texto
“constituye una primera formulación de su propósito de construir una filosofía materialista centrada en
la praxis transformadora” (párr. 1). Y otra vez, no es intención del documento desarrollar la veracidad de
dicha aseveración de Marx, para tal efecto se recomienda leer el documento de De Sousa titulado “La
nueva tesis once” (2018), sin embargo, sirve de referente para resaltar cómo las inquietudes del
documento han estado presentes durante mucho tiempo, en donde muchos otros al igual que el autor,
nos enfrentamos a la incertidumbre sobre el deber ser de nuestro que hacer.
Continuando con De Sousa (2018), él al igual que lo recalca Leff, no niega el valor del acercamiento más
contemplativo, crítico o reflexivo de la academia; e incluso cuestionan la veracidad que esta perspectiva
analítica no haya tenido calado en la “realidad”, conformándose parte sustancial de los argumentos y la
justificación de la praxis que, si bien es cierto pareciera que realizar la crítica no es una acción, al final de
cuentas si es un verbo, el cual ha generado impacto, sobre todo en la sustentación de las ideas e
imaginaros que justifican muchas de las acciones sociales, en particular del quehacer de la llamada ciencia
moderna (Polo, 2019).
Sin embargo, De Sousa (2018) propone una reformulación a la Tesis Once de Marx, afirmando que:
los filósofos, filósofas, cuentistas sociales y humanistas deben colaborar con todos aquellos y
aquellas que luchan contra la dominación en el sentido de crear formas de comprensión del
mundo que hagan posibles prácticas de transformación del mundo que liberen conjuntamente el
mundo humano y el mundo no humano (párr. 12).
Lo anterior invita a los que formamos parte de la academia, a traspasar esa línea meramente
contemplativa en la que somos nosotros, desde nuestra sola reflexión, quienes generamos esa crítica, sino
que deberíamos involucrar a aquellos en nombre de quien supuestamente reflexionamos, para que en
conjunto construyamos estos otros mundos de comprensión transformadora.
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Por lo tanto, y aunque se reconoce el valor de la reflexión, ambos autores lo que cuestionan es si este
acercamiento es insuficiente, sobre todo para estos tiempos de poli-crisis moderna (Bendesky, 2022), con
lo que nos remitimos al inicio del cuestionamiento. ¿Será que en realidad no se ha querido rebasar la
posición del observador, que hemos desarrollado un placer morboso y nos hemos convertido en
voyeristas académicos?
¿Citas o Views? ¿influencer o académico reconocido?
Como se mencionó al inicio, las inquietudes expuestas provienen tanto de la reflexión personal, como de
la experiencia como académico. Pero ¿en qué se basa la aseveración de que estamos cayendo en este
comportamiento? ¿cuál es la evidencia que lo sugiere?
Para quien se encuentre en este mundo de la academia, no le es ajeno el hecho de que existe una gran
presión hacia los profesionales, por parte de las instituciones educativas, las instituciones laborales y las
políticas de ciencia y tecnología, para que, si se quiere pertenecer al selecto grupo de los académicos
reconocidos, con énfasis en reconocidos, tienes que ser visto, y visto principalmente por tus pares (Palafox
y Domínguez, 2021).
Pero ¿en qué consiste esta visibilidad? La mayoría de las veces no proviene del impacto en la realidad que
puedas llegar a tener, sino en el nivel de observadores que tengas, medido principalmente por la cantidad
de citas que acumules y comentarios a tus escritos. Y en este punto es más que obvio, o al menos así se
interpreta por el autor, la similitud con lo que acontece en el mundo de las redes sociales, donde lo
relevante, para obtener reconocimiento, es generar “views, likes y followers”.
Y si en las redes sociales la forma de generar tráfico en tu cuenta es a partir de la generación de contenido
que atraiga dicho movimiento, en la academia, la forma más promovida para ser visto y reconocido es a
partir de la generación de productos académicos, llámense artículos científicos, de divulgación, tesis, etc.
Productos en los que, en la mayoría de las veces, no importa su relevancia real, sino aquella que le otorga
el lugar en donde es publicado, siendo el principal indicador de lo anterior, que se encuentren en revistas
con alto factor de impacto. En teoría, ello garantizaría no que es relevante, sino que se tiene la posibilidad
de ser visto por más personas. Aunque al mismo tiempo el factor de impacto aumente porque más
personas citan y comentan los artículos que ahí aparecen, generando un circulo de realimentación positiva
que da la apariencia de ser objetivo y con el que se toman las decisiones acerca de lo que es o debería ser
reconocido (Broke, 2019).
Y en este punto también resulta evidente la similitud con lo que sucede con el algoritmo de visualización
de YouTube, Instagram, Tik Tok, Facebook y demás redes sociales, en donde no importa realmente la
calidad de tu contenido, sino las visualizaciones, likes, comentarios y reproducciones que tengas, en donde
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a mayor tráfico de este tipo, tu siguiente contenido será más expuesto, con lo que se aumentan las
probabilidades de ser más visto, y así sucesivamente. Y para poder entrar en ese círculo o debes tener una
gran maquinaria de tras tuyo, para aumentar tus probabilidades, o experimentas un golpe de suerte de
abordar temas que están en boga o que a la gente le llaman la atención, con lo que te viralizas, te haces
visible, por lo que puedes elegir tratar de generar más productos, con la intención de que mantengas ese
ritmo de visualizaciones, no importando si alcanzas algún nivel de calidad o si quiera si es relevante tu
contenido, lo importante es que pueda ser lo suficientemente atractivo para que te volteen a mirar. En
cambio, puede que existan múltiples creadores de contenido, que tengan mayor impacto, mayor calidad,
pero que no logran entrar en ese círculo que les concedería mayor prestigio. O quizás ni lo quieran.
Cosa similar sucede entonces con algunos creadores de contenido académico, que no necesariamente
investigadores, en los que al premiarse e incentivarse la cantidad, por sobre la calidad e impacto, existe
una lucha feroz por alcanzar a producir lo suficiente para entrar en los estándares que permitan recibir las
retribuciones económicas y de prestigio que se promete a los que logran entrar en el círculo de la alta
productividad. Dichos incentivos no premian la resolución de problemas, ni tampoco el grado de impacto
o relación con la realidad. Basta con que estés entre los más vistos y comentados para ser digno de ser
reconocido (Gurutz, 2023).
Y si por diversas razones tus productos académicos no logran la viralización, entiéndase por estar en
revistas de mayor factor de impacto, la otra alternativa para intentar alcanzar los views es generar
acumulación de productos. Con lo que “echándole montón”, por probabilidad, aumentan tus
posibilidades de generar tráfico hacia tu contenido, aunque lo que se generen sean productos que casi
nadie lee, más allá de los revisores, los editores y uno que otro perdido que se encuentre con tu
documento casi por azar o el algoritmo de los motores de búsqueda les sugiera. Volviendo al ciclo de
retroalimentación positiva ya mencionado. Pero y qué sucede con la calidad, relevancia, impacto real o
soluciones, eso es secundario, casi un efecto colateral.
Ahora que, si tu maquinaria no te da para llegar a la generación en masa de productos, otra alternativa
para darte a notar es a partir de la participación en eventos académicos, los cuales se han vuelto parte de
lo que varios colegas llaman turismo académico. Dichos eventos académicos se redujeron sobremanera
en participación presencial debido a las restricciones ocasionadas por la pandemia del Covid-19; sin
embargo, se exacerbó la participación virtual, con lo que se posibilitó la participación en más y más
eventos, aunque ya no tanto visitar y hacer turismo con ellos.
Es innegable que el objetivo declarado de dichos eventos sea loable y en muchas ocasiones si se logre
generar espacios de reflexión, pocos de los cientos que llegamos a participar realmente logran transitar
más allá de ser meros espectadores, aunque el ser ponente te posibilita disponer de 10 o 15 minutos de
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exposición, con lo que quizás consigas atraer algo de tráfico hacia tu contenido. Pero quienes siguen
brillando son los expertos, las “vacas sagradas”, pero de los sujetos (objetos) de estudio poca cabida hay
para ellos.
Y en este apartado también existe una equivalencia con lo que sucede con los influencers, que llevan a
cabo sus eventos de reconocimiento, por ejemplo los MTV, en donde, similar que en los eventos
académicos, los principales participantes y los que se hacen ver más, son los influencers más reconocidos,
dado por lo mencionado en párrafos anteriores, mientras que la gran mayoría solo son espectadores, en
espera de su momento de viralización para poder compartir las mieles de la adulación y la exposición.
La similitud con los eventos académicos también se puede observar en que, por ejemplo, casi siempre
asisten los mismos académicos, se repiten los mismos discursos, se debate entre similares argumentos y
se convence del discurso a los ya de por si convencidos participantes, generando una cámara de eco, como
le llaman algunos. Poco espacio queda para una confrontación real de ideas, y de estas con la realidad,
puesto que existe una endogamia y duplicidad de temas y discurso, que nos llevan a, como diría Ernesto
Sabato (1979), “ser loros repetidores de libros santificados”. Y aunque asistan estudiantes y uno que otro
“ciudadano de a pie”, estos resultan ser irrelevantes para el desempeño del evento, pues su participación
se reduce a ser clientes que pagan su boleto de admisión y espectadores aplaudidores.
Como muestra un botón, para el año 2022, tan solo en México, y sin tanto esfuerzo, en internet se pueden
encontrar que se organizaron al menos 6 congresos académicos que abordaron temáticas casi idénticas,
referentes a la cuestión del análisis y reflexión de lo rural, la agroecología y similares (el de la Asociación
LatinoAmericana de Sociología Rural, el de la Asociación Latinoamericana de Sociología, el de Ciencias
Agronómicas de Chapingo, el Congreso Mexicano de Agroecología, el Precongreso de la Asociación
Mexicana de Estudios Rurales y el de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología, aunque este último
se desarrolló en Costa Rica, pero de manera virtual). Pero seguro es que, si se busca más a profundidad,
se encontrarían muchos más. Y es indudable que, en la mayoría, o al menos en los más reconocidos,
estuvimos casi los mismos académicos de siempre. Esto obliga a preguntar si son necesarios todos estos
eventos o si solo son una expresión más de esta necesidad de ver y ser vistos, sin otra intención que la de
alcanzar el reconocimiento por parte de nosotros mismos.
Sin embargo, como reza un refrán popular “Todas las generalizaciones son peligrosas, incluida ésta”,
porque como diría Pérez (2018, párr. 10) “la tendencia a generalizarnos induce a lo falso, a hacer del
caso particular cuestión universal”. Por lo tanto, quizás se exagera en lo expresado en párrafos anteriores,
puesto que no todo lo que se menciona sucede siempre y en todo lugar tal cual, aunque como también
dice otro refrán, “la excepción confirma la regla”, y con que suceda y esté sucediendo en algunos casos,
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ya debería ser motivo para parar y preguntarnos, ¿Por qué está sucediendo? ¿qué significado tiene y qué
repercusiones llega a tener?
“Aunque nos parecemos no somos los mismos”
Desde el punto de vista del autor este comportamiento voyerista tiene al menos dos aristas: Por un lado,
hemos desarrollado un placer por ver y ser vistos por los demás académicos, y nos regodeamos al tener
su reconocimiento y reconocerlos, aunque no exista una interacción más allá de la adulación o la crítica.
Y, por otro lado, hemos acentuado el placer por observar, sin intentar interactuar, a nuestros objetos de
estudio: la población rural, sus procesos y fenómenos. De lo primero ya se habló en el apartado anterior,
lo segundo se intentará abordar a continuación.
Si en este momento colocamos alguna de las palabras claves que aborden lo rural en cualquier buscador
académico, seguro que aparecerán cientos o incluso miles de documentos-productos. Y es innegable que
habrá una inmensa mayoría que entre su texto intentan hablar en nombre de los rurales o por los rurales.
Y sucede que, en más de una ocasión con nuestros productos académicos lo más que hemos logrado es a
cosificar a los sujetos, volviéndolos objetos de estudio, convirtiéndolos solamente en insumos para llenar
nuestros documentos con referentes empíricos que sustenten nuestra reflexión, pero no pasa de ahí.
Y aunque no es seguro si sea consiente y quizás muchos lo concibamos con buenas intenciones, o al menos
nos llenemos la boca diciendo que lo hacemos en nombre de y para ellos, en la práctica no se rebasa dicha
cosificación. Sin embargo, si nos permite ampliar nuestra productividad, y con ello monetizar de mejor
manera nuestro contenido, pues mientras más influencers académicos seamos, tenemos más
probabilidad de participar de estímulos económicos en nombre de la ciencia (por ejemplo, para el caso de
México estímulos del Sistema Nacional de Investigadores, programas institucionales, etc).
A pesar de que muchos estemos conscientes de ello, o al menos lo hayamos pensado una que otra vez,
casi siempre nos auto justificamos, y como menciona Murphy (2020, párr. 1), este comportamiento tan
acentuado nos permite pensar que la crítica es acción suficiente. Y, por lo general, causa que se marginen
las voces de aquellas personas a las que buscábamos ayudar con nuestro trabajo.” Dotándonos de un halo
de superioridad y desestimando a los otros, convirtiéndolos solo en objetos de observación y placer.
De esto nos habla Boege, (2021) en uno de sus más recientes textos, cuando critica el quehacer de los
etnógrafos, por sus prácticas “extractivas del conocimiento ajeno” (p. 135). Lo expresado por este autor,
es posible extrapolarlo a todos los profesionales de las ciencias sociales y en particular los de las ciencias
de la sociedad rural. Boege hace una exploración muy rica entre varios autores que ya lo reflexionaban,
pero sobresalen las siguientes aseveraciones que nos confrontan de manera muy directa y son, entre otras
cosas, el tipo de argumentos que nos llevaron a realizar este texto.
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Boege asevera que estas aproximaciones:
se desarrollan generalmente en una sola vía y en un pensamiento que se antoja abismal: desde el
nos académico citadino y urbano, que estudia y reflexiona sobre los otros, y muy limitadamente
con los otros en una coconstrucción temática determinada (p. 135).
E interpela que “la antropología y la ecología, por lo menos en sus formas convencionales, han tendido a
domesticar la diferencia en lugar de liberar su potencial político y epistémico para el diseño de alternativas
socio-naturales “(p. 136).
Y con este tipo de interpelaciones no solo se queda en la crítica reflexiva, sino que transita hacia una
propuesta y ejemplifica algunas de sus investigaciones, las cuales, junto con lo que muchos otros ya han
trabajado, integran al dialogo de saberes como indispensable para liberarnos de esta trampa de
dominación y colonización del conocimiento. Pero ¿es posible que todos lo llevemos a la práctica?, ¿qué
tan factible se vuelve?, ¿de qué depende? ¿Cómo superar nuestras limitaciones, algunas autoimpuestas,
otras determinadas por el contexto? Aunque no se cuenta con las respuestas para lo anterior, en el
siguiente apartado se intentará hilar algunas ideas que den algo de sentido.
“Hola, soy académico y soy voyerista”
Dice la sabiduría popular que el primer paso para resolver un problema es reconocer que tienes un
problema. Entonces el autor, al igual que muchos otros antes, y de mejor manera quizás, estoy
reconociendo que los académicos, en particular los de las ciencias sociales, tenemos un problema: somos
voyeristas, nos gusta y nos da placer el reconocimiento de los otros, pero sobre todo nos gusta mirar,
escudriñar, reflexionar, criticar y cosificar a los sujetos rurales. Y ahora ¿qué hacemos?
Boege (2021, p. 137) propone que “en la situación global es imprescindible… una antropología cultural
empírica, [aunque puede extrapolarse a todas las ciencias sociales], que relacione las dos perspectivas
presentadas en la otredad de una manera nueva dirigida hacia la posibilidad de un multiverso”. De un
“mundo donde quepan muchos mundos” diría los zapatistas (Ceceña, 2004).
Es necesario que, si deseamos participar en procesos de cambio social, debemos pasar de una posición de
observador o interlocutor, hacia una de colaboración y compañerismo, como dice Murphy (2020),
“sentarnos con y escuchar a” y propiciar una actitud de compañerismo con la “que evitemos las trampas
del voyerismo y colaboremos con ellos no solo por el valor probatorio de su opresión, sino también por
sus aportaciones intelectuales al campo, aunque no tengan las acreditaciones que tanto apreciamos
(párr. 4). Y asumir un rol en el que reconozcamos “que a veces simplemente no es tu turno de ser el centro
de la conversación” (párr. 8).
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El tan mencionado dialogo de saberes debe darse en una posición de igualdad, en donde los sujetos de
estudio se vuelvan actores con suficiente capacidad de agencia como para incidir en las decisiones del
rumbo que debe tomar la intromisión de nosotros los académicos. Que se logren integrar los intelectuales
orgánicos (Gramcsi, citado por Rojas, 2019) de cada región, que se integren las necesidades, deseos e
inquietudes de todos. Tratar de “realizar una exploración conjunta en un verdadero diálogo de saberes,
sobre un mismo tema problematizado, y formar una comunidad de aprendizaje que respete la pluralidad
de enfoques de los participantes, el idioma y la difusión local.(Boege, 2021, p. 141) Se deben generar
acuerdos y respetarse dichos acuerdos, asumir un rol de verdadero coparticipe, en donde las voces de
todas y todos tengan la misma posibilidad de ser escuchadas y validadas. No acaparar la palabra y escuchar
con atención, por lo tanto, el rumbo temático lo deben marcar estos acuerdos.
Conclusiones
Ya hemos reconocido nuestro problema y ya se han ofrecido posibilidades, el siguiente paso es aplicarlas.
Y como reza un conocido refrán mexicano “ahí es donde la puerca torció el rabo”. Porque existe todo un
entramado estructural de la misma academia que lo imposibilita o al menos lo condiciona, como ya se
discutió en el texto, pero también existe un entramado ideológico, un imaginario sobre nosotros mismos
encarnado hasta el tuétano que nos lleva a concebirnos, quizás hasta inconscientemente, como estos
seres dignos de reconcomiendo y admiración. Pero es que no olvidemos que al final de cuentas también
somos humanos, que no por intentar desarrollar una meta reflexión, estamos exentos del impacto de
todo el contexto sociocultural de nuestra época.
El capitaloceno no solo lo estudiamos, sino que lo vivimos, estamos sumergidos en él, también nos ha
moldeado como individuos, pero también nos ha dado forma como gremio. No estamos exentos de su
influencia y por lo tanto la lucha entre el deber ser y el ser, que tanto discutimos en los otros, también la
estamos llevando a cabo nosotros. Y aunque pequeños pasos no nos lleven en lo inmediato a largas
distancias, entendido como que cambios individuales no generen transformaciones sociales, si ni siquiera
comenzamos el camino, si ni siquiera nos cuestionamos e intentamos modificar en lo individual y gremial,
menos vamos a cambiar el rumbo que nos trazamos y menos vamos a generar las transformaciones que
tanto reflexionamos.
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Fuentes de financiamiento.
La investigación fue realizada con recursos propios.
Conflictos de interés
No presenta conflicto de intereses.
Correspondencia
ernesto.navarro@uaaan.edu.mx